domingo, 25 de octubre de 2009

Alice Liddell




Cuando en 1856 Carroll compra su equipo fotográfico tiene 24 años y la fotografía sólo 17. Este instrumento de generación de imagenes le debío de parecer una caja de las maravillas, era otro medio que se ofrecía a su ingenio más alla de la matemática, de la escritura y de la poesia para poder poner en práctica la irregularidad de una fantasía libre de la austeridad de la filosofía británia.

Alice Liddell, de 10 años, posa malhumorada, disfrazada de pequeña mendiga. Será famoso su nombre y será famosa esta imagen, por algunos considerada la más hermosa fotografía de una niña de la historia, mientras en el otro extremo, está quien ve en ella una profanación de la infancia.

En una soleada mañana de Julio, la pequeña Alice, durante un paseo en barca, le pide que le cuente un cuento y él esboza una historia fantástica que se transformará en uno de los libros más celebres de la literatura inglesa. Alicia en el país de las maravillas, que no enseña ninguna moraleja, sólo la libertad de la fantasía, el humor y el gusto por la paradojas. La importancia de un renovado y genuino estupor por la existencia. Decía Marguerite Duras: ¨Las obras maestras del mundo deberían ser encontradas por los niños en los cubos de basura y deberían ser leídas a escondidas, a escondidas de los padres y maestros¨. Y seguramente Carrol no pensaba muy distinto.

sábado, 10 de octubre de 2009

Venice Beach. Santa Monica, 1968



Así empiezan los conciertos y las revoluciones, levantando un brazo, liberando en el primer acorde sueños y energía. Y así empieza, con esa pose que parece de danza, con ese pelo que se contonea en el aire, con esa espalda sin el corte del sujetador, una de las fotografías más famosas de la historia norteamericana. La fecha y el lugar son ya una novela: Venice Beach, Santa Monica, 1968, la tierra de los beats y de los hippies. Aquí han dado sus primeros pasos los Doors de Jim Morrison y aquí, en uno de los veranos más calientes del siglo, Dennis Stock retrató a los nuevos pioneros de la cultura estadounidense, como si la conquista del Oeste y la fiebre del oro en California no hubieran terminado nunca. En el escenario de un concierto de rock, miles de jóvenes se dan cita para cambiar el mundo y reafirmar su derecho a vivir una personalísima, pacífica, tolerante y sexualmente libre versión del American Dream. Hay sitio para todos en esta playa, que no parece ser la última, sino la primera de una nueva época. Para Dennis Stock, desde siempre sensible a los agudos del individualismo, musicales y cinematográficos, es un momento de felicidad. Después de los retratos a los grandes del jazz, después del homenaje a las estrellas de Hollywood, de Marilyn a Audrey Hepburn, después de la amistad con James Dean y aquellas imágenes que retratan al divo en el plató de su infancia, en el campo, y solo por las calles de Nueva York, el fotógrafo siente en el aire, en ese viento que desgreña el pelo de la muchacha, la llegada de una nueva era; una era de emancipación, libertad y cambio. Y la hace suya.