Llevas la barriga y los muslos salpicados de pintura de colores. Estás descalza en tu estudio, blandiendo el aire a brochazos, goteando fotos mías que has pegado en papeles de periódico. Te has recogido el pelo y algunos mechones rebeldes danzan sueltos columpíandose sobre tus hombros.
Te observo tumbada desde el futón de la esquina. Cuando no te gusta el resultado final, lanzas por el aire la pieza, regando de color todo lo pilla a su paso. Si estuvieras algo más loca diría que eres la María Elena de Allen. Aunque ella no tiene esa cicatriz en la ceja a la que yo cada día puse un nombre distinto.
Resoplas, lanzas un grito enérgico,coges aire y vuelves a empezar. Y yo, mientras, repaso cardenales, sin saber muy bien cuantos de ellos son tuyos
lunes, 8 de junio de 2009
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